Casa en flames (2024)

Uno de los inconvenientes que debe superar el cine internacional es uno muy básico: llegar al público. A menos que seas un gran nombre, como Almodóvar, Sorrentino u Östlund, la posibilidad de que tu película llegue a todos los rincones del mundo es ciertamente limitada. Los festivales de cine, como el de Nueva York, al que dedico un buen artículo en estas páginas, son una buena forma de rescatar tesoros perdidos. Y, paradójicamente, las plataformas de streaming también tienden una mano pero, como suelo quejarme a menudo, a veces ni te enteras de que un título bueno haya llegado a su catálogo.

Es el caso de Casa en flames (o Casa en llamas, en su título en español), que conseguí encontrar en Netflix durante un reciente viaje a Barcelona, pero que no parece estar disponible en Estados Unidos. Me imagino que el motivo es lograr un merecido estreno en pantalla grande. Y no es para menos. La película se ha convertido en el mayor éxito del cine catalán y recaudó casi tres millones de euros en su exhibición durante el pasado verano.

Se trata de un drama familiar con toques de humor negro, fruto de la colaboración entre el guionista Eduard Solà y el director Dani de la Orden, que presenta un fin de semana infernal en una casa de la costa catalana que van a vender. Eso pone fin a un ritual veraniego de esa familia que se reúne para empacar los recuerdos, pero también sirve de detonante para que salgan a la luz secretos del pasado. Siempre digo que una buena película se manifiesta en sus primeros minutos. Un plano, un diálogo, un personaje... un elemento que destaca en su presentación y que no es casual. Es la introducción a un plato muy bien servido. La introducción de la madre de la familia, Emma Vilarasau, a quien los espectadores catalanes conocemos por sus telenovelas televisivas pero también por sus excelentes interpretaciones en los escenarios teatrales, ya pone el listón muy alto y nunca va a bajar.

La madre tiene una relación extraña con sus dos hijos y su exmarido, quien se presenta en la casa con su novia actual, la psicóloga de él, añadiendo más drama a la situación. En los primeros minutos de la película, toma una decisión desconcertante que tiene un efecto dominó. La explicaré brevemente, ya que aparece en el tráiler, aunque a mí me tomó por sorpresa y creo que eso elevó mi experiencia. La mujer va a visitar a su madre después de las quejas de una vecina por el volumen de la televisión y la encuentra muerta en el suelo. Visiblemente en shock, llama a los servicios de emergencia pero, a mitad de la conversación, se detiene y cuelga. Es más, cuando se reencuentra con su hijo y su novia, no menciona nada y comienza, con ese terrible secreto, el viaje a un fin de semana que lo cambiará todo.

Celebro que la película tenga ese equilibrio exquisito entre escenas bien escritas, situaciones de alta tensión y casi surrealistas, y una dirección al servicio de la historia. El tono me recuerda todo lo que me gusta de la serie The White Lotus o, incluso, Big Little Lies. Me atraen las historias cuyo motor es todo lo que no se dice, por miedo o por vergüenza. Aquí, su gran maestra es la madre, que sabe dosificar la información para afectar las decisiones de los demás y nunca pierde ese poder que ejerce sobre el resto, como se demuestra en un final tan sorprendente como emocionante.

Sin duda, una pequeña joya cinematográfica de buenos personajes y diálogos que se ha convertido en una de las que recomiendo con más entusiasmo.

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