Cónclave (2024)
Hay algunas películas que, por temática, me dan cierta pereza ver. Por ejemplo, las películas sobre el mundo del boxeo o cualquier otro deporte, como el béisbol. No tengo interés y, en muchas ocasiones, no entiendo la dinámica de la competición y me aburro. Pero vencer ese prejuicio, a menudo, tiene premio. La saga de Creed me parece muy entretenida y tiene una buena historia. Y Moneyball (2011) también me enganchó gracias a la mano de sus guionistas Steven Zaillian y Aaron Sorkin.
El género religioso entraría en ese apartado de películas que requieren un empujón extra para hacerme entrar en la sala. No es que haya muchas, pero con Cónclave, ni las primeras reacciones positivas me animaron a ir a verla. La recupero un poco tarde y ahora maldigo no haberla visto, como se merece, en pantalla grande.
No es que le faltaran atractivos. El reparto, casi enteramente masculino, es de ensueño: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow. Siempre aportan algo grande en todo lo que hacen. Súmale Isabella Rossellini, que lleva un año magistral con su actuación en La quimera (2023), y el gancho es inevitable. Y no solo esto. No hay que quitarle el ojo a su director, Edward Berger.
Le descubrí con Sin novedad en el frente (2023), una dura película antibélica sobre la Primera Guerra Mundial que me tuvo en vilo a lo largo de sus 147 minutos. Para vergüenza mía, la vi en el ordenador, durante un viaje en tren. Pero me tuvo saltando en mi asiento en varios momentos. En Cónclave refuerza un talento impresionante en la composición de la imagen y el sentido del ritmo. Este hombre haría trepidante una película de hora y media sobre una carrera de caracoles. Cada plano es perfecto y llena la película de silencios, miradas y gestos que complementan las interpretaciones de sus estrellas.
La película adapta la novela de Robert Harris que explica la elección de un nuevo Papa después de la muerte del anterior. Planteado como un thriller de los buenos, la historia se centra en el grupo de cardenales que se enfrenta a una disputada votación entre candidatos radicalmente opuestos. Además del aislamiento literal al que se enfrentan, en la Capilla Sixtina, los cardenales reciben a un nuevo miembro del que se sabe muy poco y que va tomando fuerza dentro de la selección.
Me pareció fascinante ver un proceso, completamente fiel a la realidad, desde dentro. Recuerdo vagamente seguir la elección del Papa Benedicto XVI, en 2005, en las noticias y esperar la fumata blanca que anuncia la llegada a un acuerdo. Berger lo plantea como un juego de estrategias y de secretos del cual es muy difícil salir. Creo que sin su talento, Cónclave sería una película muy diferente. El mimo que le pone a la imagen y el pulso que demuestra en cada secuencia dan como resultado una película magistral, totalmente magnética. Además, el guión se guarda un cartucho bien cargado para el final que rompe cualquier convencionalidad que pueda despertar el argumento.
Bravo por Berger, un director al que voy a seguir con más atención a partir de ahora.
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