The Last Showgirl (2024)
Recuerdo la obsesión con Pamela Anderson. No fue la mía. Nunca fui fan de Baywatch (Los vigilantes de la playa, en español), pero he visto esas secuencias de la actriz corriendo por la arena en cámara lenta infinidad de veces. Friends nos las recuerda a menudo. Lo último que vi de Anderson no era ni de ella sino sobre ella. Hablo de la miniserie Pam & Tommy (2022), que protagonizaron Lily James y Sebastian Stan y que narraba la historia del video sexual que grabaron y que fue filtrado a los medios y comercializado. Me pareció fascinante y me gustó mucho más de lo que, probablemente, debiera. Creo que reflejó muy bien la vulnerabilidad de Anderson y la mirada masculina sobre ella que solo sabía ver dos grandes tetas.
Con esta imagen en mente, me senté a ver The Last Showgirl de Gia Coppola, quien se ha rodeado de familia para dirigirla. La guionista, Kate Gersten, es su prima lejana, tiene a sus tíos entre los productores y su primo, Jason Schwartzman, tiene un pequeño papel. Por si fuera poco, Gia es la nieta del gran Francis Ford Coppola. Así que la sangre del cine corre por sus venas.
El argumento sigue a Shelly, una bailarina de un espectáculo un tanto casposo de Las Vegas. Es una de las veteranas. Lleva 30 años dando patadas al aire y mostrando su cuerpo casi desnudo a un público menguante. En realidad, es su vida. Y le ha costado su relación con su hija, Hanna, además de la capacidad de reciclarse y hacer algo nuevo. Estamos en uno de esos casos raros de "el papel de su vida". Lo he visto otras veces, como en el caso de Demi Moore en La sustancia(2024). Me viene a la cabeza Mira Sorvino en Poderosa Afrodita (1995). Papeles que encontraron a su mejor actriz y que, probablemente, nunca vaya a superar ese nivel porque parecían hechos el uno para el otro.
Así que Anderson no puede estar mejor. Personifica a esta mujer que tiene que defender sus decisiones constantemente. Tiene una discusión muy emotiva con su hija, interpretada con eficiencia por Billie Lourd, en la que le dice que ojalá pueda perdonarle el hecho de tenerla desatendida en su infancia, pero que está harta de tener que justificarse.
Ojo también con Jamie Lee Curtis, que parece haber decidido aceptar algunos de los papeles más arriesgados de su carrera en la sexta década de su vida. La actriz ha dejado los prejuicios a un lado. Lo dejó claro cuando decidió quitarse la faja y salir desfavorecida en la oscarizada Todo a la vez en todas partes (2022). Lo mismo en su interpretación de la madre del chef de The Bear, una de mis series irresistibles. De nuevo, Curtis, en The Last Showgirl, no tiene reparos en salir en un simple tanga y medias y lucir su cuerpo sin prejuicios. Es que, además, ayuda a su personaje. Como Shelly, es una mujer que se ha visto superada por su edad sin haber cambiado el mundo que le rodea. A diferencia de su amiga, el personaje de Curtis dejó el espectáculo y ahora es una camarera adicta al juego y al alcohol que trabaja en un casino de Las Vegas. La actriz tiene una escena memorable en la que baila, salta, al son de "Total Eclipse of the Sun" de Bonnie Tyler. La coreografía, que improvisó en una escena que se rodó en una sola toma, está llena de amargura y patetismo. Es difícil de olvidar.
Como directora, Coppola se desenvuelve bien detrás de la cámara. Ya me gustó en Palo Alto (2013), la película en la que debutó y que habla de la adolescencia de nuestros tiempos. La directora opta por dejar el trípode a un lado y seguir a sus actrices en un plano corto que se mueve con frenesí. Es un estilo que vemos más en películas de acción, como las de Michael Bay, y que suelo detestar en ese género, pero que no me molestó aquí. Esas secuencias de las chicas arreglándose en el último momento, en los camerinos, y correteando en los pasillos para salir al escenario son muy bellas.
Sin ser perfecta del todo, The Last Showgirl transmite veracidad y mucha emoción. Compartes la pasión de una madre que nunca tiró la toalla y que sigue luchando contra todos los elementos, incluso los que no se pueden cambiar, como el paso del tiempo. Una buena historia llena de destellos como los de las lentejuelas y de las que dejan huella este año.
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